La navidad y las historias para afinarnos con el universo

Cuando escuchamos una historia, escuchamos música. Cuando escuchamos una historia nuestros sentidos recuerdan que siempre hemos tenido una relación musical con el mundo, que entramos en resonancia, en afinación con todo lo que existe. Y entrar en resonancia con el mundo es un largo trabajo de afinación que requiere una calidad en la escucha –una atención extraordinaria al ser, que lo abarque todo.[1]

¿Cuántas veces hemos experimentado esta maravilla? Una conversación puede ser ese momento de afinarnos con el universo. Quiero compartirles una de ellas.

Hace poco, mi hijo mayor, que pronto tendrá ocho años, me preguntaba, “Mamá, pero dime, dime de verdad, ¿existe o no el Papá Noel?”. Yo le respondí: “Depende”. 

Mi hijo está terminando su primer septenio en este bello planeta y entrando en lo que llamamos “la edad de la razón” -que parece durarnos todo el resto de la vida si no ponemos atención. Al escuchar esta pregunta mi corazón y mi razón estaban haciendo un baile enloquecido dentro de mí. ¿Qué decirle? ¿Cómo tener esa charla importantísima que le permita moverse entre mundos, entre este mundo físico, comprobable y científico que le fascina desde que a sus cuatro años le llevaron a conocer el laboratorio de ciencias de su cole, y el mundo imaginal, el mundo en donde suceden todas las conversaciones de sus juegos, sus transformaciones en animal, sus sueños y los conciertos diarios de su papá y las historias que le cuento yo antes de irse a dormir?

“Depende”, le dije yo. “Hay una historia que cuenta de dónde viene el Papá Noel, ¿la quieres escuchar?” continué. “No mamá, dime si existe o no existe papá Noel”. Entonces yo le dije: “Para mamá existe una historia que cuenta de dónde viene la figura de Papá Noel, y ¿sabes qué? Me gusta todo de él, su risa, su trineo, y sobre todo sus renos, porque la historia que te voy a contar te va a decir cómo los renos le indican los caminos que debe seguir Papá Noel.” 

Mi niño abrió los ojos y me miró como si se hubiera abierto la cueva de Alí Babá. Así que allí entramos juntos. Le conté a mi niño una de las historias que ha inspirado la existencia de este personaje barrigón de barbas blancas. La de cómo los chamanes de las comunidades Sami en la Laponia finlandesa descubrieron que al beber la orina de los renos, después de que estos hubieran comido hongos rojos (amanita muscaria), podían tener visiones en donde podían volar sobre sus territorios y descubrir cuáles eran los caminos que seguían estos animales. Esto, le dije a mi niño,  permitía que sus comunidades se desplazaran de manera más segura entre bosques llenos de nieve y que encontraran comida y abrigo, ¿qué mejor regalo en ese frío escandaloso? También le conté la historia de Elena de los caminos, de esta energía femenina con cuernos que es el alma del bosque, la creadora de huellas, la facilitadora del movimiento humano y animal. Es Elena la que cuida el bienestar de la tierra y el movimiento de los seres que viven en ella. Elena otorga equilibrio entre las variadas energías de la tierra, su fertilidad y los ciclos de nuestro mundo natural. “¿Recuerdas a la Princesa Mononoke? ¿Recuerdas que el espíritu del bosque tenía cuernos? Bueno, parece que más que Papá Noel, son los renos quienes nos regalan la posibilidad de movernos por el mundo, si lo cuidamos.”

“¿Y los juguetes mamá?”, me preguntó él. “Mmm, bueno esa es una historia complicada”, le dije. “¿Por qué?”, respondió. “Bueno porque regalarse cosas es bello, a mí me gusta que me regalen cosas y sé que a ti también. La cuestión es que estamos haciendo mucha basura y la basura hace daño al espíritu del bosque. Nos hace daño. Ya te he hablado de esto.” Mi niño bajó la mirada, miró hacia su habitación e hizo silencio.

Este año ni él ni su hermano pidieron nada al Papá Noel. Sí recibieron regalos, pero algo está cambiando en esa historia, la de mis hijos y este tiempo de adviento y solsticio. Nuestro trabajo es lento, nos tomará un año y un día esta tarea de educar viajeros entre mundos, pero es nuestro regalo de vida. 

Novena
 
En Colombia y en algunos países de América Latina las familias se reúnen para contar la historia del nacimiento de Jesús. Le llamamos La Novena, son nueve días para escuchar esa historia, para orar, para bailar y comer. Este año quise hacerla con mis niños y mi esposo, quise que sintieran otras cosas en este tiempo de transición entre la máxima oscuridad y el advenimiento de la luz. No fue fácil, pero fue un primer intento de llevarlos a otra dimensión del mundo imaginal: a lo sagrado que somos. Hice harta edición a los textos de la novena, hablamos de dioses, del cosmos, de las historias que se cuentan en diferentes lugares del mundo por esta época. Pero sobre todo quise decirles que la razón por la cual nos reuníamos los cuatro a cantar, a rezar y a comer era para recordar que lo sagrado y lo divino está en nosotres, porque sucede que lo olvidamos. Vivimos en ese olvido muchas veces. 

Mi deseo con estas nueve noches lo resume Jean Yves Leloup en este pasaje: 

“Quizás el mundo no tiene sentido en sí mismo –nos fue dado para que lo descubramos nosotros mismos. Esto por supuesto requiere valentía, pero más que otra cosa, requiere de imaginación, esa sublime imaginación que puede vislumbrarse en ciertos pensamientos descartados con celeridad por parecer locos para quienes los ignoran, o que se encuentran en poemas, en ciertos mensajes angélicos y en todos los grandes textos sagrados.”[2] Y en las historias como la de la princesa Mononoke, en los mitos y en los cuentos de hadas, añadiría. 

Quiero terminar esta voz, este compartir, con un poema que nos acompañó estos nueve días: Villancico, con música y voz de Las Añez. 
 
Iririrí
 
Si prendemos velas
Si hacemos tamal
Si gastamos plata
Mirra, oro y sal
Que sea por la tierra
Que sea por el pan
El que va a la panza
Y el espiritual
Si esta fue la vida
En que reencarné
Y le hago un pesebre
Que sea para agradecer
 
Iririrí
 
Qué más da si el niño
Nació en un moisés
Se llama Mahoma
Ó nació en Belén
Si queso costeño
Nos vino a traer
Millo para flautas
Ó para comer
Si todo es lo mismo
Pongo a su merced
Todos los buñuelos
Que sean para agradecer
 
Calendario de adviento, calendario
Felices novenas, felicidad
Candelabro judío, candelabro
Prende nueve velas de amor y paz
 
Pueblo indio aborigen necesario
Tú que no celebras la navidad
Pero dejas regalos milenarios
Para que tengamos prosperidad
 
Si esta fue la vida
En que reencarné
Y si le hago un pesebre
Que sea para agradecer

Cada fiesta que celebramos durante el año tiene una o varias historias detrás. Re-descubrir estas historias, investigarlas y darles nuestra voz de maneras creativas son ejercicios de armonía. De entrar en armonía con el universo. 
 
     
     ¡Les deseo mucha música, conversaciones y poesía para este 2023! 
 
 
 
© Doris Castellanos –StoryTailors