Mi hijo menor lleva tres días haciendo algo que he llamado “huelga moral”. Hace un par de semanas que él y su hermano dejaron de compartir habitación. Él siente bien sus tiempos, pero también deja que los otros puedan vivir los suyos.
Él no quería tener su propia habitación, no todavía, pero sabía que su hermano sí. Entonces dejó que él se fuera, pero la tristeza de verse en ese lugar ahora tan grande, tan vacío, no le deja dormir.
Le pregunté anoche, “Amor, ¿verdad que no te encanta estar solo en tu habitación? Sus ojos hicieron lágrimas, pero no quiso llorar del todo, solo me dijo que sí con un gesto. El eco de las palabras de Antonio Porchia vino a recordarme, con una de sus voces, que: “Los niños deben sentir mucho la tristeza, porque la alegría, ¡la sienten tanto!”- y así es mi niño.
Él siente y comienza a saber bien sus tiempos. “Regreso al colegio cuando esté listo”, me dice hoy, yo no lo dudo. Fue así desde siempre, él ha sido quien nos ha llevado de un país a otro, triangulando nuestra geografía y haciéndonos crecer el corazón. Unos días antes de que naciera escribí esto:
Capitán
Yo
Fue de nuevo el movimiento del mar quien anunció la llegada de la vida. Una ola detrás de la otra sobre mi cuerpo hasta entonces acostumbrado a la temperatura fresca del mediterráneo me lanzaba no mar adentro, sino hacia la playa, hacia la tierra que ardía bajo el sol. Tenía frío en pleno verano. Mi calor y toda mi fuerza se concentraban secretamente en dar vida a esta luz arremolinada que está a punto de abrir el cielo para señalarnos un camino nuevo.
Tú
Cada latido de tu corazón ha dibujado un kilómetro. Hemos sumado ya muchos para cubrir las distancias que recorren el triángulo sobre el cual hemos aprendido a construir nuestra casa. En cada vértice conservamos una tierra, un trozo de cielo y un árbol.
Has sido capitán de navío, has ordenado y hemos cumplido. Llevas un mapa, una brújula, conoces las estrellas y todos los secretos del universo que guían al buen viajero. Bajo tus órdenes hemos elevado anclas una y otra vez. Hemos izado las velas como nos has señalado y hemos franqueado cientos de puertos hostiles en este mundo vano. Tu fuerza -como las de las olas- puede mover, ha movido y mueve, la tierra que parece obstáculo.
Nosotros
Hoy es el sonido de la lluvia y la danza del fuego quienes cantan para darte la bienvenida cuando quieras llegar. Todo está listo. Los libros sobre las repisas, los móviles mágicos, los instrumentos afinados y nuestros seis brazos.
Somos una barca lista para alzar el vuelo entre las montañas cuando quieras llegar, Roméo.
Hoy me conmueve su seriedad infantil -vuelve el eco del maravilloso Antonio quien me recuerda: “La seriedad es un rasgo de la niñez que en algunos hombres perdura.”
Ojalá que así sea.
Y hoy también me conduele este otro duelo que vive y que atraviesa con una seguridad que a nosotros adultos se nos olvida. Lleva un par de días parando el mundo, dejando que su corazón acomode lo que tiene que acomodar hasta que esté listo. Mientras tanto juega, en silencio, en la habitación contigua porque sabe que estoy trabajando.
“Mis más grandes cosas alimentan tres o cuatro palabras infantiles”, dice Porchia.
…cuando… esté… listo. Son tres.
Un abrazo grande,
Doris