¿Por qué mis gafas y no mis zapatos?

“Solo a los humanos lo normal nos parece extraño.” 
Andrés Holguín, La pregunta por el hombre
Y a lo que no podemos nombrar o medir, pero que sucede, le llamamos de mil maneras. Una de ellas podría ser magia, otra sincronía, otra coincidencia…  ¿qué otras palabras utilizamos para nombrar lo que no vemos pero que sentimos, lo que se escapa a nuestros ojos pero que nos transforma profundamente? Yo, desde este rincón, les llamo historias. Y estas historias vienen en diferentes formatos: en papel, en película, en susurro, en perfil de montaña, en el coro de las ranas y el grito escandaloso en un sueño. Todo lo que existe quiere contar una historia. 


El otro día leía con mi niño uno de los libros de Yuval Noah Harari: Sapiens, en su versión gráfica. Cuando llegamos a la parte en que el autor nombra la capacidad de crear historias, ficciones, como la característica que diferencia a los sapiens de las demás especies, una fibra en mí saltó y se puso en guardia. Algo me dice que no es así. Nosotros no somos los únicos seres que crean historias. Me parece una manía terrible la de ponernos como el centro de todo. No puedo creer que en el canto de los pájaros o en el de las ballenas no haya un relato, o que en el eterno vaivén de las olas no se encuentren las notas de una canción o el dictado de un mito.

Sé que Yuval se refiere a la capacidad del ser humano de utilizar esas historias como herramienta de poder; de cómo los seres humanos creamos una historia para que otros se la crean y poder así gobernar, vender, someter, ser amado u odiado. Pero no quiero entrar en polémica con Yuval, lo que yo quiero es hablarles de las historias que nos transforman profundamente y que no tienen detrás una agenda humana: los cuentos de hadas. Y también contarles por qué ese inmenso poder de transformación a veces nos parece extraño. 

Quiero compartirles algo que leí y que ha tocado mi corazón. Se trata de un artículo escrito por Esther Harding, una mujer maravillosa que, como Marie Louise Von Franz, Barbara Hanna y tantas otras mujeres que se dedicaron al estudio y al sentir del lenguaje de los sueños y las historias, del símbolo, nos abre a la comprensión de esa magia que sucede al escuchar una historia. El artículo se llama “La realidad de la psique”, y está publicada en un compendio de diferentes artículos que lleva el mismo nombre.

Henry Corbin decía siempre, que el órgano del cuerpo humano que gobernaba nuestra capacidad de crear imágenes era el corazón. Y es así, hay una conexión profunda con este órgano y su capacidad de palpitar relacionada con la emoción que nos produce la escucha de una historia y la inmediata facultad de producir una imagen. Cuando no somos capaces de producir imágenes, dice Yoram Kauffman, es porque estamos en una terrible depresión, pero siempre está esa potencia en nosotros. 

En los cuentos de hadas y en los sueños no hay nada que impida que podamos tener una conversación con una hormiga o una abeja. La frontera entre especies no existe, todo entra en conversación y la única agenda que puede existir detrás de estos relatos, es la de la psique. ¿Y, qué es la psique?Es un reino en donde habita todo aquello que no pertenece a nuestro mundo consciente. En la psique escuchamos el habla de las piedras y la música de las esferas. Dicen los antiguos: “es la Tierra que nos sueña, no nosotros a ella”. En quitarnos del medio y participar en algo más grande que nuestro ego personal hay un salto cuántico.

En cada historia escuchada tenemos la oportunidad de participar del gran concierto universal que sucede fuera de nuestra razón y sí en nuestro corazón. Esther Harding comparte en su texto cómo en un ejercicio de imaginación activa, una mujer -que estaba en un estado muy agitado después de escuchar una grave noticia que le hacía sentir su vida en riesgo- comenzó a dibujar el ascenso de la serpiente con la que se representa a Kundalini, esa divina energía de lo femenino en el hinduismo. La mujer no tenía ninguna referencia al Kundalini o algún conocimiento del Tantra, ni siquiera del hinduismo.

¿De dónde salió entonces esa imagen?¿No hemos soñado muchas veces lugares que no hemos visitado nunca? De la psique. De ese lugar compartido por el mundo humano con todo lo que existe. De ese lugar que pisamos y que se conecta con aquello que está arriba, abajo, en el medio y en esa dimensión que guarda entre millones de imágenes, una posible del “divino espíritu de lo femenino”: la serpiente. El caso que refiere Esther Harding describe el tránsito de una emoción: su ascenso de la sensación a la comprensión con el órgano que nos regala la facultad de producir imágenes: el corazón. Cuando la Kundalini se encuentra en el chakra más bajo, vivimos el mundo sin darnos cuenta. Sin sentir o conectar demasiado. Pero cuando la energía sube al centro abdominal, llamado manipura, la energía de la psique se manifiesta con toda pasión. Es allí en donde nuestras emociones habitan el cuerpo: el amor, la rabia, el odio, el entusiasmo, etc. Es allí en donde nos sentimos vivos, y es allí en donde la psique objetiva se manifiesta intensamente. Pero, es solo cuando la energía de Kundalini cruza el diafragma y llega a la región del pecho en donde están contenidos el corazón y los pulmones, que reconocemos, mediante una imagen, lo que la psique está comunicando. Es de allí en donde la imagen de la serpiente “aparece” en la imaginación de la mujer para luego pasarla al papel. 

“Este logro se representa en los diagramas del sistema tántrico como una pequeña luz que sale de la región del corazón, anahata -la luz interior a través de la cual puede verse el mundo en su verdadera perspectiva y las imágenes del mundo interior pueden ser reconocidas como símbolos, en lugar de ser proyectadas en otras personas o personificadas en dioses o figuras diabólicas.” (Ver nota abajo)

Es en este pasaje que comprendí, desde otro lugar, lo que sucede cuando nos detenemos en la imagen que nos tocó el corazón en una historia y traducimos su riqueza simbólica. Reconocernos en la imagen de una historia nos regala la distancia suficiente para poder alejarnos de nuestro ego, o bien de nuestro drama personal, y comprenderlo desde su riqueza simbólica. 

Mi perra me regaló hace unos días esta maravilla. ¿Saben qué paso? Después de un día fuera de casa, en su camita, encontré uno de mis pares de gafas -el que llevo siempre- hecho trizas. Ese día, en la mañana, había decidido ponerme el otro par, para “cambiar”. Pero mi perra, conectada con esa dimensión de la que les hablo, sabía y sabe más. Ella me dijo con ese acto: “tienes que cambiar los lentes a través de los cuales estás viendo tu mundo”. No por ponernos un par de gafas de otro color cambiamos la manera del ver el mundo. 

¿Por qué mis gafas y no mis zapatos?  Así son los llamados de la psique, objetivos, exigentes. Así nos toca una historia, nos toca en aquel lugar de la psique en donde tenemos que trabajar para expandir nuestra conciencia. Necesité sentir en el estómago el dolor de saber que mi par de gafas amado estaba ahora hecho trizas, pero las imágenes y los símbolos me regalaron la luz en mi corazón para tener una comprensión desde donde pude ver “la verdadera perspectiva”, de un hecho que no podía dejar pasar. No solo los humanos contamos historias, compartimos un mundo lleno de sentido con todo lo que existe. Pero para ello, hemos de dejar subir la emoción al corazón y dejar que la luz nos deje ver nuestra participación en el alma del mundo. Tengo que decirle esto a Yuval. 

Un gran abrazo, Doris



El artículo se encuentra en: Proceedings of the International Congresses for Analytical Psychology [IAAP; Montreux 1965; #3]