Hace unas semanas me visitó una imagen. Era un árbol flotante que sobrevolaba una ciudad. Primero el árbol era gris y la ciudad a sus pies era igualmente gris. Quise pintarlo, pero al óleo; desde hace meses quería volver a este tipo de pigmento en aceite que demanda una necesidad de detenerse y dar espacio a que algo madure. Ahora, mientras pongo capas y capas para poder llegar a la atmósfera que imagino, noto cómo las raíces de este árbol flotan por encima, muy encima de los techos de los edificios más altos, sin tocarlos.
Todo este tiempo sin escribir aquí, ha sido un tiempo de alimentar las raíces de ese árbol que vive en un tiempo fuera del tiempo y en un espacio entre el arriba y el abajo. En un espacio liminal en donde desde hace años, mi vida se transforma sin respiro. Los cuentos nos hablan siempre de transformación y desde lugares distintos, nos preparan y nos guían en la incomodidad que toda transformación requiere.
Las historias, muchas de ellas, nos hablan del eterno ciclo vida-muerte-vida. Desde siempre, los cuentos han intentado recordarnos este continuo devenir; eso es precioso, es una verdad profunda que brota de un tipo de conciencia distinta a la del mito en que vivimos hoy en día: el de no querer morir nunca, el de no querer dormir, el de no querer y no dejar tiempo para el descanso; y sobre todo, el de no aceptar que la vida es un precioso misterio.
En este tiempo he estado caminando con un grupo maravilloso de mujeres junto a Aletis, la vagabunda, esa conciencia y esa voz de lo femenino que se permite salir del camino trazado por el tiempo kronos, para darle la bienvenida al caos, a la transformación, al dolor, a la intuición, a esa pulsión de saber que hay algo en nuestro ser, en nuestro cuerpo y en nuestra conciencia que es extranjero, que no nos pertenece, que nos enferma y no nos deja vivir con plenitud.
Para hacer este camino nos hemos acompañado de novelas, de poesía, de canciones, de nuestras historias propias, tan llenas de medicina y sabiduría como de exilios. Pronto terminaremos una etapa de este viaje, pero la vida sigue, siempre, en ese continuo devenir. Abrazar nuestras muertes cotidianas, nuestra necesidad de conectar con este otro tiempo, el de Kairós, el del ritmo de la tierra y de la vida que nos sostiene de una manera generativa, será nuestro canto en los tiempos por venir.
Y en la estela de los regalos de la vida que este habitar el mundo imaginal al servicio de la voz de lo femenino desde los cuentos me ha dado, cruzaré junto con mi familia el vasto océano para volver al lugar en donde nació esta casa de historias que es StoryTailors: Barcelona.
Vuelvo allí estos meses de julio y agosto para compartir esta transformación que no se detiene, este tiempo largo en donde este árbol flotante me ha resguardado entre geografías, despedidas, hartos comienzos y una maternidad que a veces navega en mar abierto, a veces cruza un bosque oscuro y otras tantas corre feliz con el canto de los pájaros. Esta transición me ha enseñado cada día qué es estar al servicio de la voz de lo femenino, sea desentrañando la historia y el origen de la consciencia humana, o curando mi cuerpo de los dolores que traen las ausencias y sus duelos.
Regreso feliz sabiendo que hay una familia que me espera, una familia que ama y conecta con esas voces antiguas presentes en los cuentos, con esas imágenes llenas de símbolos que nos conectan con el todo, que nos completan y guían, esa felicidad ha dado colores a las hojas de este árbol de raíces flotantes.
Les espero en el espai ku, esa casa que acoge el arte y la música, esa casa en donde Gisela y Caruso resguardan colores, texturas y el inmenso poder de la amistad y el amor a toda prueba.
Un gran abrazo,
Doris Castellanos-StoryTailors