Irse o quedarse, tres historias para acompañar el sacudón

El trabajo que tenemos por delante es arduo, como ha sido arduo en el pasado. Si queremos continuarlo tenemos que despertar. La psique nos lo está pidiendo desde hace milenios, las historias nos lo dicen. En este escrito quiero referirles algunas de ellas que me han dado luz, me han puesto a pensar y que, como siempre, creo que nos señalan el camino. 

Los eventos terribles, aquellos que nos dan sacudones, que nos hacen despertar del letargo, son bienvenidos. Todo tiene un significado simbólico que nos invita a la transformación profunda, al trabajo. 

Y en esa transformación es preciso que miremos la felicidad desde otro lugar. Los cuentos de hadas hablan de un “final feliz” en donde el príncipe y la princesa” se casan y viven felices para siempre, este final hemos de comprenderlo de una buena vez, y para ello hemos de entender cuál es la naturaleza de estas historias. Ese es mi trabajo en StoryTailors, es para lo que me levanto de la cama cada día. ¡Imagínense eso! 

Hablo de la imaginación porque sin ella no podemos vivir y tampoco alimentarnos de las historias. No es este el espacio para decirles cómo ni qué es lo que debemos entender “de una buena vez”, pero espero que quienes hayan estado en alguno de los espacios de esta casa puedan ver estas historias ya desde ese otro lugar y quienes no, les espero con ansia.

Una y otra vez, en los cuentos, ese final que hemos llamado feliz y que no creemos posible, lo es, pero con mucho trabajo. Unir y equilibrar las energías arquetípicas que nos constituyen es arduo. Cuando el príncipe y la princesa en nosotres logran encontrarse, entonces hay una suerte de felicidad, de completud que nos habita. Cada generación hace un pequeño paso hacia allí. En cada nacimiento hay una semilla que viene a ser parte de la ciclicidad de la vida y de la transformación. Nuestra tarea es aceptar con humildad el principio vida-muerte-vida que sabe bien el femenino profundo. 

La felicidad es una sumatoria constante, no un resultado final. 

Cuando la felicidad es el resultado final estamos en el escenario que Ursula K. Le Guin supo describir muy bien en ese cuento tremendo que es “Los que se alejan de Omelas”. 

Ursula nos cuenta que Omelas es un territorio en donde todo es perfecto, salvo por un detalle. Allí no hay reyes, ni presidentes, hay una igualdad permanente, un bienestar constante. Pero todo ello es posible, porque hay un niño que vive solo y maltratado en una celda que se encuentra en el subsuelo de uno de los edificios de la ciudad. Toda esa felicidad a cambio del sufrimiento de un niño. El acuerdo es ese: la paz y la felicidad de todos a cambio de la miseria de uno. En el cuento, a quienes esta realidad les afecta demasiado se van. No nos dice Ursula que haya alguno que levante la voz para decir que no está de acuerdo. No nos dice Ursula que alguien se atrevió a hablar de lo desigual de estas cargas opuestas.

Nos estamos yendo de Omelas sin decir nada. ¿A dónde?

Estos días he estado escuchando a un par de mujeres periodistas colombianas, ellas entrevistan a muchas otras mujeres, entre ellas otras periodistas. Ser periodista en un lugar como Colombia, o un lugar en donde el conflicto armado sea una constante es una labor en donde sostener la tensión entre la vida y la muerte cada día es un trabajo constante. Ellas se preguntan y le preguntan a cada entrevistado ¿Qué hacer para que no siga habiendo tanta injusticia, tanta muerte? 

Ellas sostienen esa tensión entre los opuestos. Ellas están en contacto permanente con esa energía del femenino profundo que desde siempre ha sostenido esa tensión entre la vida y la muerte, entre la alegría y la tristeza, y la sostienen tanto como lo hace una mujer pariendo. En el mundo egipcio Bastet era la diosa que sostenía esta tensión entre la vida y la muerte, era la diosa que acompañaba a la mujer en los partos, era esa diosa con cabeza de gato que simbolizaba este principio femenino profundo. 

Y en las mitologías de muchas culturas del mundo y en sus cuentos, el árbol de la vida está siempre presente también, es aquel que nos recuerda que su tronco está sosteniendo una tensión entre dos energías, la que atrae sus raíces hacia el centro de la tierra y la que atrae sus ramas hacia el cielo. 

La vida solo puede ocurrir si somos capaces de sostener, como el tronco de un árbol, la tensión de esas energías opuestas. No podemos eliminar una y quedarnos con la otra. Todo es unión, no división. Todo es conexión, relación. Relacionarnos entre iguales no genera tensión. La vida reclama tensión y por tanto diversidad.

¿Qué facultad humana es la que nos permite una épica de esta envergadura? La imaginación. 

Encontré hace poco la obra de Iain McGilchrist, un neurocientífico y psiquiatra inglés que ha dedicado parte de su obra a entender el funcionamiento del cerebro.  En uno de sus libros él define la imaginación de esta manera: 

“La imaginación es la facultad que nos permite ver las conexiones entre lo que, a primera vista, parecen entidades radicalmente dispares, y nos permite ver la totalidad más allá de la separación superficial.”

Es eso lo que nos sucede con las historias. Las imágenes en cada cuento nos permiten hacer conexiones con lo que en apariencia es dispar, separado, para ver la totalidad. Comencé con “Los que se van de Omelas”, una historia que siempre me deja un mal sabor en el cuerpo, pero leyéndola y releyéndola estos días, a propósito de todos aquellos que se van de las redes sociales, me hago muchas preguntas. ¿Es irse una solución? Encontré un asomo de respuesta en las imágenes de otra historia: “La doncella manca”. Vamos a conectar estas dos historias.

Para quienes recuerden, la doncella manca comienza así: 

 “Había una vez un molinero que tenía una esposa y una hija. Desde hace tiempo el agua ya no giraba el molino. Y el día que comienza nuestra historia, él está en el bosque, recogiendo leña para el fuego. Está tan concentrado en esta tarea que no nota el olor a azufre y la extraña energía de alguien que lo ve hincarse una y otra vez para recuperar una rama y otra. Está tan ocupado en tratar de recoger estas ramas que necesita para vivir, que cuando esta extraña y sulfúrica presencia le dice: “Molinero… molinero… molinero, te he visto y me molesta y me duele verte deprimido, tú que has traído tanta gracia a la gente y ahora luchas por algo de fuego, no puedo soportarlo y no lo toleraré.” El molinero está tan concentrado en lo que está haciendo, que no se da cuenta de quién le habla. Solo le responde: “¿Qué vas a hacer al respecto? Ya sabes, no hay nada que se pueda hacer”, pero esta extraña presencia le responde: “Escucha, tengo dones mágicos. Y esto es lo que voy a hacer. A partir de hoy, todo va a cambiar. Desde este momento, cualquier cosa que desees, cualquier cosa, puedes tenerla”. Esto llamó la atención del molinero, quien le dice: “Debes querer algo a cambio de lo que me ofreces ¿Qué es?” y la extraña presencia le responde: “Oh, realmente no quiero nada”, dice “nada en absoluto… pero entiendo que es la tradición, debería pedirte algo a cambio. Entonces te diré qué, tomaré lo que está detrás de tu molino en este momento.” El molinero piensa y cree que todo lo que tiene detrás de la cabaña es un manzano. Inmediatamente ve que es un gran negocio, así que accede. Se dan la mano y llegan a este acuerdo. La presencia dice: “Oh bien, muy sabio, de ahora en adelante, obtendrás lo que quieras. Te diré qué, volveré dentro de una semana, el jueves, así te doy un poco de tiempo para que sepas qué es lo que has intercambiado.”

Lo que sucede al inicio de esta historia es inmenso, no sucedió ayer sino hace mucho tiempo: “El agua dejó de mover el molino”, o bien, el agua dejó de correr. ¿Qué nos dice esta historia con un inicio así? Los ríos son las venas de la Gran Madre Tierra, son la vitalidad de lo que fluye, son las aguas que se mueven desde las alturas hasta las profundidades de la tierra, las aguas que dan fertilidad a los campos y prosperidad. Los seres humanos se han asentado siempre cerca de los ríos. En esta historia el agua no mueve el molino porque ya no está. 

Sobre el agua volveré líneas adelante, ahora quiero detenerme en la imagen del molinero en el bosque, pues este se encuentra tan concentrado en encontrar ramas para hacerse un fuego que no ve ni siente que algo suceda a su alrededor. No se pregunta por qué el agua ya no hace mover su molino. 

En muchos cuentos los protagonistas van al bosque a buscar el fuego, este es un símbolo de transformación, pero su obtención y su uso requiere un protocolo, un ritual. La pregunta es, ¿desde dónde se acerca el molinero a este elemento? Este hombre lo ha perdido todo y la historia nos dice que aún perderá más. Así pues, el molinero busca el fuego desde la carencia y desde la ausencia de otro elemento fundamental, el agua. Hay un bloqueo sistémico de la líbido, de la energía psíquica, de la energía creativa.

La extraña presencia con olor a azufre se acerca al molinero y con palabras melosas le dice que le es insoportable verlo así, caído, y que por eso quiere ofrecerle riquezas. El molinero, que es un hombre de negocios sabe que este ofrecimiento no es gratis, así que le pregunta qué quiere a cambio. La extraña presencia le dice que “solo quiere lo que se encuentra detrás del molino”. Y detrás del molino está su hija y un árbol de manzanas. Detrás del molino está el principio de lo femenino y el árbol cuyo fruto en múltiples culturas es el símbolo de la conciencia que nos permite saber que el conocimiento se logra solo a través de la muerte y el volver a nacer, el eterno ciclo vida-muerte-vida. 

La búsqueda del fuego, de esa energía psíquica que se encuentra en el bosque -en el inconsciente- se interrumpe ante la llegada de esta extraña presencia, que le plantea un negocio que hará que su búsqueda tenga que ser más larga y mas profunda, como bien lo vemos en el resto del cuento. 

Colectivamente estamos ahí. Por eso digo que nuestro trabajo por hacer es arduo. 

Recuerdo muy bien el temor que circulaba cuando apareció Gmail. Recuerdo cómo, un conocido, un matemático brillante, lo describía como algo increíble, por su capacidad y por su gratuidad. Antes de estas empresas de correo electrónico la única manera de tener correo era si se pertenecía a alguna institución. Mi primer correo electrónico fue el universitario. Y para tenerlo, claro, era preciso pagar el semestre. Pero en lo gratuito viene siempre la energía de esta extraña presencia con olor a azufre. 

En este tiempo reciente hemos continuado haciendo ese negocio ciego desde una carencia profunda, milenaria, que hace siempre propicio el engaño, la ausencia consciente de esa energía femenina profunda que son, física y realmente, las fuentes de agua subterránea.

La historia de La doncella manca no quiere escarmentarnos, solamente nos cuenta cómo se ha movido la psique y una posible dirección en los días por venir. Nos dice que, colectivamente, dimos a cambio lo que estaba detrás del molino, el árbol de la vida y el conocimiento, nuestro manzano particular, por riquezas espurias. 

Antes de continuar con la doncella manca, quiero traer una historia que nos cuenta qué sucedió con las aguas subterráneas. Acuñada en el siglo XIII por Wauchier de Denain en un libro llamado The Elucidation, “Las voces de los pozos” narra la historia de la destrucción del país de Logres. 

En esta historia se cuenta que Logres era un reino pacífico y próspero, en donde el equilibrio y la riqueza de todo lo que existía se daba gracias al cuidado que el rey y las doncellas de los pozos daban cotidianamente a las aguas subterráneas. Todos los viajeros que pasaban por allí sabían que podían disfrutar de esa prosperidad siendo amables y respetuosos con las doncellas. Todo iba bien hasta que un día, un guerrero de nombre Amagons, irrespetó violentamente estas normas de cortesía. Con toda su fuerza atacó y violó a la primera doncella que encontró, esta lanzó un grito tan fuerte que las demás doncellas advirtieron el peligro, saltaron pozos adentro y se escondieron en el mundo subterráneo. Desde ese día, el agua dejó de correr y alimentar los suelos, la tierra se hizo estéril y las voces de las doncellas de los pozos dejaron de escucharse. La voz de esa energía de vida profunda que corre en el mundo subterráneo se apagó. Que las fuentes de agua hoy en día sigan desapareciendo no es otra cosa que la continuación de esa historia. 

¿Cuántas veces no han aparecido Amagons con sus ejércitos sobre la superficie de la Tierra? El otro día circulaba la imagen de una nueva tropa de Amagons violando acuerdos y derechos… aún recuerdo esa voz repitiendo una y otra vez: “We are gonna drill, drill, drill”/ “Vamos a perforar, perforar, perforar”, ¿cuánta agua se necesita para sacar combustibles fósiles, litio?

Ahora vuelvo a La doncella manca, ¿cómo nos guía? Con unas escenas contumaces. Cuando la hija del molinero se entera de que su padre la ha intercambiado por riquezas, ella intenta mantener lejos a la extraña presencia, logra hacerlo tres veces. Abatido, este extraño ser se enfurece y exige al molinero que le corte las manos a su hija so pena de perderlo todo. Cuando ella escucha esto, le dice a su padre que respete el acuerdo, que le corte las manos y él lo hace. 

La doncella abandona la casa y se va al bosque, allí dura mucho tiempo, tanto que su cuerpo se confunde con la vegetación. No repetiré la historia completa aquí, pero lo que sucede en su largo camino es hermoso, unas nuevas manos vuelven a crecer. Ese es el gran trabajo que mencionaba al inicio de este escrito. No va a suceder en dos años ni en tres, son generaciones. No va a suceder porque nos vayamos de ese mundo de riquezas que aceptamos dentro y fuera del mundo digital mediante el engaño. Tenemos que empezar por reestablecer las aguas del planeta y las aguas de nuestros cuerpos, por salir de los pozos y volver con un habla distinta, con la voz que ha estado tanto tiempo aprendiendo en las profundidades de la Tierra. 

Mi cabeza vuela al pensar en estos tres cuentos. Y hay un par de, no sé ni cómo llamarles, frases, quizá, que me habitan y que quiero dejar aquí a manera de cierre de este escrito y comienzo de otro para los días por venir.

1. Como guardianes y guardianas de las aguas que constituyen nuestros cuerpos, nuestra voz, madura, tiene que salir a la superficie. No puede volverse a replegar al mundo subterráneo. 

2. Como protagonistas de la historia de La doncella manca, tenemos que reconocer desde dónde hicimos los acuerdos con la extraña presencia de olor a azufre, y como la doncella, ir al bosque, aprender de las ancianas y hacernos unas manos nuevas. 

3. Como habitantes de Omelas, huir no es la solución. 

Un abrazo,

Doris