Doce bordados a la altura del corazón

La imaginación es la cualidad que nos permite reconciliar los opuestos, y hay algo terrible acerca del tiempo en que vivimos que demuestra que estamos perdiendo esa cualidad invaluable que tiene toda la potencia para aliviar el drama humano. Sin embargo, la imaginación no solo es humana, el cosmos entero derrocha esta cualidad y nuestra participación en el universo depende de esa conexión imaginal entre nuestra especie y el todo.Pero cada día el ruido de los medios de comunicación nos lanza a un extremo u otro de la vida. Nos aleja de la posibilidad de acercarnos a esta cualidad que nació en nosotros desde la semilla que fuimos. Necesitamos de la imaginación para crear, no solo ese puente entre nosotres y todo lo que existe, sino entre los opuestos. Todo ello es posible porque la imaginación es integrativa, percibe las conexiones entre los elementos que son en apariencia dispares. Olvidamos que si no existe la oscuridad tampoco existe la luz, que si no existe la maldad tampoco existe la bondad. Olvidamos que la vida existe gracias a la existencia de los opuestos, y la vida ocurre en esa tensión, sostenerla es nuestra tarea de vida, lo que Carl Gustav Jung llamó individuación.
 “La coincidencia de los opuestos es el gran poder que crea la individuación, lo cual no está en contradicción con un todo unificado.”Iain McGilchrist, psiquiatra y neurocientífico
Los cuentos de hadas nos guían en este camino de individuación. Nos hablan de la dificultad, de la bondad, de la envidia, de la pérdida, del dolor, de la inmensa alegría, de nuestra infinita y hermosa complejidad. Con mucho cuidado, nos acompañan en las prácticas que requieren saber sostener esa tensión. Nos dicen: aprende a cocinar, a trabajar la tierra, a buscar mil perlas en el suelo de un bosque, también a adquirir el hábito de ir a la montaña al alba para hacer una ofrenda de pan. Es aprender la lengua que nos ayuda a vivir con profundidad, con sentido. Es la lengua que hemos de articular para unir los opuestos que nos constituyen, nuestra luz y nuestra sombra, nuestro hemisferio cerebral derecho con el izquierdo, nuestro principio masculino y nuestro principio femenino. Es la lengua que nos permite hablar con el viento y con las hormigas, con los patos y las águilas. Es el antídoto a este terrible “Divide y vencerás” que está acabando con el alma humana en todos los rincones del planeta. Hay una historia maravillosa que siempre viene a mí en momentos en que la polaridad nos amenaza con una fuerza inclemente. Se trata de la Lombriz negra. Quienes han estado en los talleres de StoryTailors me la han escuchado sin parar. En esta historia, un rey y una reina que no pueden tener hijos, finalmente, con ayuda de una visita al bosque y sus creaturas, puede concebir. El día del parto, lo que primero sale del vientre de la reina es una pequeña lombriz, negra y babosa, la partera asustada la tira por la ventana y el parto continúa, por fin sale un niño que se convierte en la alegría del reino. Pasan los años y este niño se convierte en un joven que un día decide salir a buscar esposa. Para salir de su reino tiene que atravesar un bosque, y es allí, en donde en medio de los relinchos del caballo el joven escucha un grito ensordecedor que articula: “¡LOS HERMANOS MAYORES SE CASAN PRIMERO! ¡LOS HERMANOS MAYORES SE CASAN PRIMERO!”. El príncipe no tiene otra opción que volver a casa y preguntar a sus padres de qué se trata esto. Lo más bello de este cuento -y el lugar de la imaginación aquí es fundamental- se encuentra en la figura del rey, quien al enterarse por la partera que efectivamente el día del nacimiento de su hijo, otro ser, una lombriz, había salido también del vientre de su esposa, grita: “Pero ¡cómo es posible, ese ser, esa serpiente es de nuestra familia, hay que traerla a casa!”Iain McCilchrist diría que el equilibrio cerebral de este rey es maravilloso, pues en lugar de utilizar su hemisferio izquierdo y mandar a su ejército, algo lógico y racional frente a una amenaza, decide atender su hemisferio derecho y hacer algo diferente, impredecible, esto es, mandar a todos los poetas y músicos del reino a que traigan a la serpiente, sabe en ese momento que solo la imaginación puede comenzar a traer a casa a un hijo que es completamente opuesto al otro. La tarea de la imaginación no termina aquí en este cuento, lo exploraremos a profundidad en Escribir para despertar, pero puedo adelantar que esta historia nos dice exactamente qué es lo que tenemos que hacer en tiempos como estos. En cada uno de nosotros habita esa serpiente, que tarde o temprano nos exigirá traerla a casa. 
Una reflexión sobre la imaginación y la IALa inteligencia artificial se nutre de información, de conocimiento, pero ¿se nutre de imaginación? ¿Es siquiera eso posible? Cada vez que abro Facebook o Instagram, en algún lugar me sugieren que le diga a su asistente IA que imagine algo. Yo me pregunto, ¿qué puente está tejiendo esa IA? Con qué corazón, desde qué emoción crea las imágenes que luego nos muestra. ¿Es producir una imagen la única tarea de la imaginación? Yo me quedo en las redes sociales porque el desafío será siempre intentar, como dice el cuento de la Lombriz negra más adelante, coser doce vestidos y en cada uno de ellos hacer un bordado a la altura del corazón. Solo así podremos, como dice Coleridge, reconciliar las cualidades discordantes, opuestas, adentro y afuera. Solo así podré seguir preguntándome qué es semilla de lenteja y qué es semilla de maíz. Solo así aprenderé a discernir para poder elegir. Con esta breve reflexión mi ánimo es el de preguntar, pensar, sentir, no ponerme en contra pues sería incoherente con todo lo que estoy exponiendo en este escrito. 
“La imaginación de la naturaleza, es más, mucho más grandiosa que la imaginación humana.” Richard Feynmann
Para terminar estas palabras de Feynmann ayudan a ponernos en nuestro justo lugar, porque la naturaleza está haciendo todo el tiempo elecciones creativas, impredecibles, imprevisibles. La exacta combinación de diferentes factores nos puede regalar una mañana totalmente tempestuosa, inesperada, creativa. Coleridge decía, que para aquel ser humano que imagina, es claro que la naturaleza es la imaginación misma. Basta preguntar a un meteorólogo para darle a Coleridge la razón. ¿No es eso lo que ocurre todo el tiempo en el cielo? ¿En nuestro jardín? ¿No son las líneas que se marcan en nuestro rostro con el paso de los años el tapiz de una creatividad impredecible? Les invito fervientemente a Escribir para despertar. Vamos a buscar, sesión tras sesión “la palabra perdida”, siguiendo a Henry Corbin, ese verbo que nos devuelve al alma. Vamos a plantar la semilla de la posibilidad de vivir una vida simbólica, llena de sentido, pero sobre todo una vida que pueda sostener la tensión de los opuestos.