Encontrar el silencio

Una de las cosas que más me gustan de las historias antiguas que trabajo en los talleres y en los encuentros es que nos devuelven el silencio. 

El silencio de la escucha.  

En este silencio queda atrás la inmediatez de otras historias que nos envuelven como la tela de una araña: las noticias, los artículos de prensa y de revistas, y la interminable interfaz de las redes sociales.

Contar una historia exige otro tiempo, escuchar una historia exige otro tiempo y ambos se encuentran en el silencio. 

Estamos viviendo un momento en el que todo es excesivo. De oferta excesiva. Y estamos viviéndola sin haber aprendido algo básico que muchas de estas historias antiguas nos enseñaban: el cómo separar los granos de maíz de los de trigo cuando millones de ellos están tirados sobre el suelo de un granero. 

Cuando escuchamos en una historia el pasaje en que la o el protagonista son obligados a esta tarea, o bien otras que parecen interminables, nos imaginamos que es el peor castigo que pueden tener de parte de su madrastra, madre, abuela, o de una bruja malvada que quiere solo romperles la espalda en el intento. 

Pero, si en estas historias milenarias estos pasajes han sobrevivido es porque algo nos están intentando decir desde hace tiempo. Nos están diciendo que aprender a escoger es una práctica, que es importante y que es necesaria para crecer. 

Hoy en día la humanidad vive en ese granero, y todo lo que está tirado sobre el suelo además habla, canta, baila, tiene colores, olores, sabores, emociones. Estar allí en medio es aterrador. 

La pregunta es, ¿qué práctica hemos hecho en nuestra vida que nos ha enseñado a escoger lo que  es bueno para nosotros en este inmenso granero que parece no terminar de crecer?

Quizá necesitamos un poco de silencio para hacernos esta pregunta, un poco de silencio para idear una práctica que nos devuelva cierta lucidez. Estos tiempos a algunos nos han enseñado que no necesitamos tanto para vivir. Y a otros nos han mostrado todo lo que ilusoriamente necesitábamos para vivir. 

En una de las versiones antiguas de la Cenicienta, la madrastra la obliga a separar estos granos, sean de maíz, trigo, lentejas o cebada en un granero, una, dos y tres veces. Y más allá de la ayuda que la chica recibe para poder hacer la tarea, siento el silencio en el que se sume para completarla. Luego de ello la chica puede ir al baile, y allí comienza otro mundo y otras partes complejas de la historia, pero ella tiene ya el ojo y sus sentidos afinados, listos para escoger lo que será bueno para ella. 

La riqueza de los cuentos de hadas y de otras historias antiguas es inmensa. Como inmenso y necesario es el silencio que necesitamos ahora. 

© Doris Castellanos